Archena ha vivido una Semana Santa marcada por la intensidad emocional, la devoción popular y el compromiso de todo un pueblo volcado en sus tradiciones. Desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, las calles del municipio se llenaron de fe, incienso y tambores, en un programa procesional que volvió a reunir a miles de vecinos, cofrades y visitantes.
El Domingo de Ramos, las principales arterias de Archena se tiñeron de alegría y esperanza. Con palmas y ramos de olivo en alto, una multitudinaria procesión partió de las parroquias del Corpus Christi y San Juan Evangelista, encabezada por el concejal Anselmo Campuzano, para conmemorar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Una jornada cargada de simbolismo que marcó el inicio solemne de la Semana Santa archenera.
El Miércoles Santo se vivió una de las noches más solemnes con la Procesión del Prendimiento. Siete tronos desfilaron por el centro de la ciudad en un recorrido marcado por la emoción y el recogimiento. La concejal, Mari Carmen Alcolea, acompañó a vecinos, cofrades y visitantes en esta cita imprescindible del calendario pasionista.
Ya en la noche del Jueves Santo, Archena se sumió en el más profundo recogimiento con la sobrecogedora Procesión del Silencio, presidida también por la concejal Alcolea. La imagen del Santísimo Cristo del Monte Calvario fue escoltada en absoluto silencio, entre sombras, oraciones y un respeto que se palpaba en cada rincón del recorrido.
Pero fue el Viernes Santo cuando Archena se detuvo en el tiempo para vivir su procesión más multitudinaria y sobrecogedora: el Santo Entierro, presidida por la alcaldesa Patricia Fernández. Desde el primer redoble de tambor, el municipio entero se sumió en un ambiente de luto, devoción y solemnidad.
Abriendo la procesión, la emblemática Cruz de los Espejos, seguida por un cortejo de imágenes sagradas de profundo valor artístico y espiritual: el Descendimiento, María Magdalena, La Piedad, la Cruz Desnuda, las Santas Mujeres de Jerusalén, el Santo Sepulcro, San Juan Evangelista y, cerrando con inmensa emoción, La Dolorosa.
Entre luces tenues, flores y un silencio reverente, la imagen de Jesús fue descendida con delicadeza en la iglesia al término del recorrido, en un acto cargado de simbolismo y emoción. El momento del Descendimiento, acompañado por música de violines y el respeto absoluto del pueblo, quedará grabado en la memoria de los archeneros como uno de los más sobrecogedores de esta Semana Santa.
Finalmente, el Domingo de Resurrección, aunque no pudo realizarse la tradicional Procesión del Encuentro Glorioso, los fieles se congregaron a las puertas de la Iglesia de San Juan Bautista para honrar al Resucitado. Un emotivo besapié, al que asistió la concejal Isabel María Martínez, cerró con esperanza y fe una semana inolvidable.
Archena ha demostrado, una vez más, que su Semana Santa no solo es una manifestación de religiosidad, sino un testimonio vivo de identidad, cultura y unidad popular.