Estos "Apuntes..." nacieron en 2001 con destino al web municipal como forma de garantizar su accesibilidad, de poner la historia del municipio al alcance de un ilimitado número de personas, en definitiva, de cualquier interesado. En principio eran un resumen del libro “Historia de Archena”, de Manuel Medina, ampliándolo en lo que se refiere a la historia del siglo XX, que no se recoge en el mencionado libro, complementado con nuevas aportaciones extraídas de los propios documentos del Archivo Municipal, artículos de arqueología, monografías de historia regional u otras lecturas que permitían enmarcar y ampliar la historia local. En 2007 han sido sometidos, al tiempo que el propio web, a una profunda actualización. Podría parecer que la historia es algo inmutable, o al menos escasamente revisable pero afortunadamente no es así, con frecuencia se descubren nuevas fuentes documentales o arqueológicas que nos hacen revisar lo que se daba por sentado. En nuestro caso, sabemos mucho más sobre la historia de Archena en estos últimos siete años. Esperemos que se realicen nuevos estudios, como los que propician los Congresos del Valle de Ricote, que continúen las excavaciones arqueológicas, que se sigan aportando nuevas monografías y, por todo ello, que pronto sea necesaria una nueva puesta al día de la siempre viva y abierta historia de Archena.
La importancia arqueológica de Archena es absolutamente incuestionable; las buenas condiciones que ofrece para el poblamiento con el agua que aporta el río Segura, la bondad de sus tierras de cultivo, y los cerros que permiten su defensa, han sido aprovechadas desde hace milenios. Gracias al descubrimiento de un enterramiento calcolítico, situado enfrente del polígono de “La Capellanía”, que albergaba los restos de 23 individuos inhumados con su ajuar, podemos datar la presencia humana desde el 2300 a.C. Aunque no se han realizado grandes excavaciones sistemáticas, son numerosos los restos de la cultura argárica hallados en el “Cabezo Redondo” y en el “Cabezo del Tío Pío”. Esta cultura se desarrolló en el sureste de la Península Ibérica, entre el tercer milenio y el segundo antes de Cristo. Sus casas eran rectangulares y estaban orientadas a la solana; no practicaban la incineración, siendo el enterramiento primero en cista y posteriormente en tinaja. Para la fabricación de armas utilizaban todavía material lítico, aunque el bronce ya era conocido a partir de las aleaciones del cobre. En cuanto a los ajuares, no faltan lógicamente espadas y puñales de bronce, cuentas de collar, diademas y algunos elementos cerámicos.
Al igual que hicieron posteriormente los íberos, ocuparon colinas y cerros inaccesibles dotados de poderosas fortificaciones por razones defensivas, para poder controlar con facilidad las vías naturales de comunicación y los cursos de agua. En agosto de 1945 fue excavado el yacimiento del Cabezo Redondo donde se encontraron abundantes restos de cerámica, la típica del bronce mediterráneo en su fase tardía, y de ruedas de molino. La cultura argárica, es una cultura guerrera sobre base económica mixta de cultura de azadón, ganadería (sobre todo ganado vacuno) y minería. En 1944, se había descubierto otro poblado en el Cabezo de Tío Pío, en el margen opuesto del río y a distancia relativamente corta.
Entre los siglos VII y VI antes de Cristo, los pueblos del sur de la provincia sufrirán una serie de transformaciones importantes a partir de las influencias mediterráneas y más concretamente, fenicias coloniales. La utilización del hierro y la aparición del torno de alfarero, la calidad de las cerámicas, muchas de ellas importadas son muestras de esta evolución que está en la génesis de la cultura ibérica. La homogeneidad cultural no implicaba ningún tipo de estructura política común, por lo que se mantenía la inseguridad. Pese a ser una sociedad guerrera en la que predominaba una aristocracia militar, se alcanzó un gran refinamiento cultural; eran grandes orfebres y mantenían fluidas relaciones comerciales. Concretamente en el “Cabezo del Tío Pío” podemos situar un núcleo de población íbero anterior al siglo III antes de Cristo; el enclave reúne las características básicas de buena situación para la defensa y control de curso de agua. El estado del yacimiento es lamentable, ya que ha sido expoliado desde tiempo inmemorial, contando sólo con una excavación oficial, la llevada a cabo en 1944 por San Valero y Fletcher en el enclave donde se sitúa una Necrópolis ibérica (en realidad, los enterramientos se producían en las mismas casas) y donde se han encontrado los restos arqueológicos más importantes siendo infinidad las ánforas, vasos, platos... aparecidos. Ya en los años veinte prospectó sistemáticamente el yacimiento A. Valiente, aficionado de Archena, quien recuperó, entre otros materiales, numerosos fragmentos de vasos griegos.
Prácticamente todas las sepulturas parecen pertenecer al siglo IV antes de Cristo. La importancia de la cerámica ibérica extraída de Archena es tal que en 1929 Obermaier y Heiss acuñaron el término “cerámica Elche-Archena”. Esta denominación se utiliza para las escenas “figurativas” que decoran algunos grandes vasos de Archena y La Alcudia (Elche). Aparecen preferentemente motivos simbólicos, presumiblemente religiosos. El otro estilo, el llamado de Oliva-Liria se califica de “narrativo” e incluye escenas fundamentales para el conocimiento de la vida cotidiana.
Los utensilios más numerosos hallados son urnas, vasos, platos, fíbulas, urnas, cráteras, oinokhoes y copas. Los principales motivos decorativos son las aves, los carniceros, la figura humana, los peces, las liebres o conejos, las grandes flores, las rosetas, los caballos, los ojos y por supuesto, las cenefas. Destaca en su contemplación “el horror al vacío”, que hace que los pintores construyan escenas abigarradas con profusión de elementos decorativos. Entre los restos hallados sin duda el más importante es el llamado “Vaso ibérico de Archena” conservado en el Museo Arqueológico Nacional, que contiene una escena de lucha y supone una muestra excepcional del arte pictórico ibérico al representar la figura humana. En realidad se trataba de una urna funeraria, puesto que contenía restos humanos incinerados.
También los cartagineses dejaron guarniciones militares en Archena, constatándose su presencia desde el año 234 a. d. C. La Península Ibérica será escenario de batallas entre las dos potencias militares más poderosas de la época: Roma y Cartago. Los moradores íberos participarán en la contienda como mercenarios o bien obligados por levas forzosas. La lucha se decidirá a favor de Roma, que rápidamente impregnará con su cultura todo el este peninsular, habituado a sucesivas colonizaciones e influencias de los distintos pueblos mediterráneos. Por el contrario la resistencia de pueblos más nórdicos, especialmente astures o cántabros fue mucho mayor, siendo apenas “romanizados”. El inicio del proceso de romanización puede situarse para la región en las revueltas del año 175 a.d. C. sofocadas por T. Sempronio Graco, que supusieron el fin de muchas poblaciones indígenas situadas a lo largo del curso del Segura. Algunas de estas poblaciones consiguieron convertirse en municipios por su colaboracionismo con Roma, lo que las integraba en las estructuras del Estado, dotándolas de autonomía en la gestión de los recursos locales, como parece haber ocurrido con Elioroca (Lorca) y, posiblemente con Archena.
Los romanos dejaron unos vestigios muy importantes quedando una constancia tan evidente de su presencia en el Balneario que podemos afirmar que la mayor parte de las edificaciones actuales están asentadas sobre restos romanos. Esto no debe extrañarnos teniendo en cuenta que para ellos, los baños constituían una parte importante de la vida social y cotidiana, por lo que todos sus núcleos urbanos contaban con Termas. En las zonas en las que existía un afloramiento de aguas naturales con virtudes terapéuticas, era inmediatamente aprovechado de tal forma que la mayoría de los Balnearios actuales se asientan sobre construcciones romanas.
Gracias a las excavaciones iniciadas en 2005 podemos asegurar que fueron dos los Balnearios que existieron en época romana, es decir, primero se fue construyendo un complejo termal, con excelentes materiales, que quedó prácticamente destruido por una gran riada y posteriormente se abordó la reconstrucción de la que da cuenta la célebre lápida de los duoviros, llevada a cabo por la familia de los Decuriones. Ambos procesos destrucción y reconstrucción tuvieron lugar, al parecer, en el mismo siglo I d.d.C. A esa misma época pertenecen la mayor parte de las monedas encontradas en el subsuelo, no solo del Balneario sino de buena parte del término de Archena, muchas con el nombre de Cesar Augusto y otras con el de Tiberio.
El texto de la lápida ha sido objeto de distintas transcripciones, la que recoge el arqueólogo Matilla Séiquer es: Cayo Cornelio Capito y Lucio Hio Labeo, duoviros, por un decreto de los decuriones se encargaron de reconstruir los acueductos (o el Balneario)y de esto mismo dan fe. Para este y otros autores la presencia de los duoviros o alcaldes es suficiente evidencia de que Archena se hubiera convertido, en un momento anterior, en municipio.
Está documentada la existencia de villas rústicas en Archena, especialmente en la zona próxima al Balneario, aunque resulta muy problemático atribuir al actual núcleo urbano de Archena una fundación romana, puesto que la población en esa época estaba centrada en torno a las Termas. La importancia y calidad de las cerámicas encontradas nos confirma la rápida romanización y engrandecimiento de la villa cuya vida urbana quedó definitivamente consolidad al ser incluida en la infraestructura de caminos y calzadas que partían desde Cartago Nova.
No tenemos actualmente ninguna información sobre la época visigoda; Archena estaba lógicamente enclavada en la cora de Tudmir, territorio que fue el último enclave visigodo en conservar cierta independencia frente a los conquistadores musulmanes que rápidamente se hicieron dueños de casi toda la Península en 711. El último de los emires Abd-Allah emprendió una campaña en el año 896 contra los mozárabes de Tudmir, ofreciendo la fortaleza de Rikut una fuerte resistencia, que no obstante, acabó siendo dominada.
Hasta ahora son también escasos los testimonios de la cultura musulmana localizados en Archena, aunque se sabe de la existencia de diversos enclaves que algún día deberán ser convenientemente estudiados. Entre los recientes hallazgos encontrados en los Baños destaca una noria del siglo XII. Las entidades de población se agrupan en relación a un castillo o hisn son numerosas hasta bien entrado el siglo XIII. Sobre los cimientos de una antigua fortificación romana, los árabes, en época almohade (siglo XII) levantaron una fortaleza y castillo, para controlar la salida del Valle de Ricote y proteger sus huertas a orillas del Segura. El castillo, perfectamente comunicado con el de Ulea y este a su vez con el de Blanca debía depender del de Ricote y era fundamental para el control del Valle. El castillo de Archena, situado en el Cerro del mismo nombre, está en la actualidad en completa ruina, no tanto por el transcurso del tiempo sino por que fue derruido intencionadamente. En efecto, en el Archivo Municipal de Murcia, en el Almudí, se conserva una carta remitida en 1452, en el marco de las guerras civiles castellanas, por el príncipe don Enrique al Concejo de Murcia para que diera ayuda al Prior y al Comendador de la orden de San Juan para tomar y posteriormente destruir, el castillo de Archena[1].
- [1] Carta del príncipe don Enrique al concejo de Murcia para que diera ayuda al Prior y al comendador de la orden de San Juan para tomar posteriormente el castillo de Archena. Original A.M.M. Fotocopia A.M.A. 3344-7
Pese a la ausencia de investigaciones arqueológicas sistemáticas, para Pérez Picazo y Guy Lemeunier se impone la evidencia del alto nivel de poblamiento de la Región murciana a mediados del siglo XIII, especialmente en las zonas de regadío. Archena estaba constituida por pequeños núcleos o alquerías, que daban un poblamiento disperso, al que le correspondía el castillo como elemento central. Los mudéjares archeneros trabajaban el esparto y el lino, además de ocuparse de las faenas agrícolas y mantener y conservar las acequias para el riego.
En 1243 el emir Ibn Hud, ante el aislamiento casi total del reino murciano, ofreció su rendición al entonces infante de Castilla, don Alfonso, que se concretaría en la capitulación de Alcaráz. El castillo de Archena fue entregado por el Infante don Alfonso a uno de los caballeros de su hueste por un privilegio de 1243, documento en el que aparece el nombre de Archena por primera vez en la historia: "da en tenencia lo de Archena y otros tres castillos a D. Rodrigo López de Mendoza". Esta posesión duraría poco puesto que apenas un año después, el 15 de julio de 1244 el Infante concedió la propiedad del castillo y villa a la Orden de San Juan en la persona de su Comendador frey Guillén de Mondragón:
"...otorgo a el e a la Horden del Hospital...el castillo de Archena con su villa por heredat con montes e con fuentes e con pastos, con entradas e con salida, con todos sus terminos e con todas pertenencias, así como las avie Archena en tiempo de moros..." [2]. En 1266 le fue concedida a la Orden militar de San Juan de Jerusalén la población de Calasparra como Encomienda. Las Ordenes Militares, surgidas durante las Cruzadas, estaban integradas por monjes-soldados, que además de sus votos monásticos, juraban también dedicar su vida a la defensa de la cristiandad. Para ser admitido como caballero era preciso probar la descendencia de antepasados nobles de hombres y armas y tener complexión robusta. Tuvieron una gran importancia en la Reconquista española, y no es de extrañar su fuerte presencia en el Reino de Murcia, (en especial de la Orden de Santiago), que permaneció durante casi tres siglos como frontera frente al Islam.
- [2] Citado en Carlos de Ayala Martínez : Libro de privilegios de la Orden de San Juan de Jerusalén. Ed. complutense (1995). Recogido por Manuel E. Medina y Luis Lisón.
La política de tolerancia con los musulmanes consagrada en el tratado de Alcaráz se fue endureciendo progresivamente, conculcándose sus derechos y apropiándose los nuevos pobladores de sus tierras, en los célebres repartimientos. Numerosos musulmanes emigraron a Granada, especialmente los de clase social elevada, y el descontento se fue extendiendo entre los que permanecieron en el reino, hasta desembocar en un auténtico levantamiento en el año 1264. El rey castellano tenía entonces abierto el frente bélico de Granada, por lo que pidió ayuda a su suegro, el rey Jaime I. En 1266 ya estaba sofocada la rebelión y a partir de ahí, al poder esgrimir los castellanos el derecho de conquista, las condiciones de vida del colectivo musulmán empeoraron aún más. Posteriormente en el marco de la guerra civil castellana entre los sucesores de Alfonso X, una de las facciones pidió ayuda al rey de Aragón y Jaime II la concedió con la condición de anexionarse el reino de Murcia, que pasaría a pertenecer durante ocho años a la Corona de Aragón. En tratados posteriores se realizó una división entre los dos reinos que dejaba el límite entre Murcia y Valencia casi donde está en la actualidad.
La población mudéjar se mantuvo en principio en los núcleos señoriales, donde los señores, conscientes de sus intereses, intentaron retenerlos, mientras que la afluencia de poblamiento cristiano hacia los municipios de realengo, los expulsó progresivamente de las ciudades. A mediados del siglo XIV, un siglo después de la conquista castellana, el reino de Murcia no era otra cosa que un archipiélago de castillos perdidos en el monte, habiendo quedado prácticamente despoblada, el emigrar buena parte de la población musulmana al vecino reino musulmán. La inestabilidad y escaramuzas bélicas propias de un territorio que era frontera con el de Granada contribuyó enormemente al despoblamiento, que se vio agravado por sucesivas epidemias de peste. La región tardará siglos en recuperar su déficit poblacional. Ante el vacío humano las tierras descasan, apenas hay cultivos y la agricultura trashumante se enseñorea del territorio.
A la inestabilidad propia de la frontera, se sumó el conflicto civil dentro del cual Archena fue conquistada por Alonso Fajardo, el Bravo. En este contexto, el príncipe don Enrique escribía desde Jumilla en 1452 al concejo de Murcia: Yo he sabido que Pedro Arróniz tiene tomado y ocupado el castillo y fortaleza de Archena, que es de la Orden de San Juan, y exhorta al cabildo para que tome por las armas dicha fortaleza en la carta antes mencionada.
El origen de la Orden de San Juan está en un hospital fundado en Jerusalén para acoger a los peregrinos. Una importante peculiaridad de esta Orden, que más tarde trasladó su sede a Malta, es su carácter internacional, lo que le permitió escapar del control directo de la Corona, ya que desde los Reyes Católicos, son los monarcas los Grandes Maestres de las restantes ordenes militares españolas. En 1462, ya muy próximo el final de la Reconquista y casi pacificada la frontera, la Orden de San Juan (también conocida como Orden de Malta), decidió favorecer la repoblación del lugar. La religión de San Juan otorgó una Carta-Puebla en la que se recogían las obligaciones y derechos de los ocupantes de la villa. La aljama de moros de Archena fue sometida a un sistema de total sometimiento a la Orden. La ley municipal recogida en esta escritura de población refleja un estatuto mucho más gravoso para los habitantes de Archena que el otorgado a Calasparra, al haber sido ésta última repoblada por cristianos. Aunque esta escritura tiene el nombre de “Privilegio...” los únicos derechos que se les reconoce son los de ser juzgados en la propia Villa por su Alcalde moro y conforme a sus leyes musulmanas y no ser llevados presos fuera del lugar; todo lo demás son tributos de distintas clases: personales, agrícolas, pecuarios, de tráfico, de servicios,...
Elemento fundamental del que dependerá un mayor o menor peso señorial era precisamente la proporción de cristianos y musulmanes entre los vasallos, ya que estos últimos están mucho más duramente gravados. “Es fácil deducir quién sufrirá las cargas más pesadas: las pequeñas comunidades rurales musulmanas donde los señores o comendadores han organizado ellos mismos la colonización, como en el Val de Ricote, el Valle del Río Mula y parte de la Vega de Molina (Ceutí, Cotillas)[3].
- [3] Mª Teresa PÉREZ PICAZO y Guy LEMEUNIER: "El proceso de modernización de la Región Murciana (siglos XVI-XIX)", Murcia,1984
Pese a las duras condiciones mencionadas, hacia el año 1500 se constata un aflujo de colonos musulmanes procedentes de Granada hacia Archena, que permiten recuperar la explotación agrícola en los regadíos abandonados. Se restaura la red hidráulica e incluso se incrementan los regadíos en relación con la época de dominio político musulmán. Al menos desde 1377 tenemos constancia del funcionamiento de la acequia mayor de Alguazas, que nace en el término de Archena.