Cada uno cuenta con una calle a su nombre. Eran unos panaderos muy conocidos, queridos y trabajadores. En la Archena de la posguerra había que vender de "fiao" y ellos, ante la penuria de algunos clientes, perdonaban en ocasiones las deudas. Josefa era analfabeta, pero tenía una excelente memoria y una gran habilidad para el cálculo.