Nació en 1872 frente al jardín del Balneario donde su padre, Juan Marco Marín llegó a ser jefe de personal y hombre de confianza del Marqués de Corvera. Casado con Josefa Banegas García, tuvieron seis hijos, de los que Juan José era el mayor.
Ingresó en el Seminario de San Fulgencio de Murcia, con el apoyo de sus padrinos, los marqueses de Corvera. Completó sus estudios en la Universidad Pontificia de Roma, donde se doctoró en Filosofía y Teología
y posteriormente se graduó en Derecho Canónigo en la Pontificia de Granada, tras haber sido nombrado Canónigo en la Catedral de esta ciudad. En 1931 obtuvo por oposición la Canonjía de la Catedral de Madrid, siendo nombrado poco después Canciller de la Diócesis de Madrid-Alcalá. En abril de 1936 participó, junto a otros tres miembros del cabildo catedralicio en la ocultación de los restos de San Isidro en una hornacina situada tras un muro detrás de la Colegiata actual, lo que sin duda ha permitido la conservación de los restos del Santo Patrono de Madrid. Pasó en Ávila, con su familia, todo el período de la guerra civil. Ya de vuelta en Madrid, en 1943 fue nombrado Capellán del Convento de las Descalzas Reales, cargo al que se llegaba por designación real, en este caso, por la del jefe del Estado. Fue también Canciller-secretario del Obispado de Madrid-Alcalá y Arcipreste Penitenciario de la Catedral-Basílica de San Isidro. En dos ocasiones fue propuesto para el cargo de Obispo Auxiliar de Madrid, pero su modestia y humildad le hicieron declinar el ofrecimiento.
Don Juan José Marco era una persona sencilla a la que gustaba visitar su pueblo en cortas estancias en primavera y otoño. Siempre se hospedaba en casa de su hermano Alfonso, en la famosa y popular confitería Marco en la calle del Carril. Pese a que intentaba evitar la publicidad de su llegada (para impedir su reseña le decía al entonces corresponsal de “La Verdad” José, que no he venido...) se registraba entonces un continuo peregrinar tanto de vecinos y familiares como de antiguos feligreses de Hellín, Cieza o Murcia.
El muy ilustre eclesiástico falleció en Madrid, el 4 de diciembre de 1949, a los 77 años. En unas solemnísimas honras fúnebres los propios miembros del cabildo catedralicio condujeron el féretro a hombros por las calles de Madrid, camino de la Santa Iglesia Catedral donde se celebraron las exequias.
Pese a la gran relevancia que alcanzó y a las importantes dignidades eclesiásticas que ocupó, don Juan José Marco es especialmente apreciado en su pueblo por la Fundación que llevaba su nombre y que denotaba su gran preocupación social. Fue constituida gracias a un patrimonio donado por una feligresa en herencia testamentaria, y su finalidad era facilitar una dote dineraria a mujeres huérfanas o parejas pobres de la villa que se casaran por la Iglesia el día 28 de diciembre. Cada año se concedían cuatro dotes por un importe de 500 pesetas cada una de ellas (equivalente a veinte jornales de la época) que permitían la adquisición de parte del mobiliario básico de la casa. La Fundación sobrevivió al sacerdote casi diez años, manteniéndose activa hasta finales de los años cincuenta.
El hermano pequeño de Juan José, Alfonso, fue el fundador de la prestigiosa confitería “Marco”. En 1910 embarcó hacia Argentina en un barco en el que también viajaba la Infanta Isabel “La Chata” (hermana del rey Alfonso XII) para asistir a los actos de conmemoración del centenario de la Independencia de Argentina; en ese viaje aprendió el oficio de repostero. Continuó su viaje en Filipinas y tras una estancia en Barcelona, don Alfonso Marco se instaló definitivamente en Archena, montando la actual Casa Marco en 1917 que pronto se especializó en merengues y baño de tartas y especialmente en los afamados “cordiales”, que actualmente sus nietos continúan elaborando artesanalmente.