Nació en Sidi Bel-Abbes, a unos 80 Km. de Orán (Argelia), el doce de abril de 1883 y murió en Archena el 13 de febrero de 1966. Su padre era don José Spreáfico, médico-cirujano, que ejercía su profesión en el Balneario de aguas termales de Archena, y su madre doña Dolores García, una caritativa señora de profundas convicciones cristianas. Su abuelo paterno era italiano, liberal y garibaldiano y por su ideología política fue condenado a muerte.
Don Mario estudió medicina en la Universidad de Sevilla, y vino a ejercerla a su pueblo de Archena. Pronto destacó por su extraordinaria dedicación profesional: acudía presuroso a la llamada de cualquier enfermo, sin importarle la hora, el lugar, el tiempo desapacible o el medio de transporte. Son además incontables los casos en los que don Mario no sólo no cobraba a sus enfermos sino que, debajo de la almohada, les dejaba una ayuda económica que permitiera mejorar su alimentación con buenos caldos. Esta era, en muchas ocasiones la medicina más necesaria. Toda esa dedicación fue premiada por sus convecinos cuando en los años veinte un grupo de amigos y agradecidos pacientes acordaron levantar con sus aportaciones un modesto sanatorio que se mantendría mediante cuotas mensuales. La operación, tratamiento y asistencia eran siempre gratuitos, cuando el enfermo no disponía de medios económicos. En el Archivo Municipal contamos con una fotocopia de un artículo aparecido en el "Heraldo del Segura" y firmado por Vicente García Alcolea (ilustrado oficial de correos), del que desconocemos la fecha exacta, pero redactado durante la construcción del sanatorio que se define como un "Dispensario Policlínico" donde los pobres puedan encontrar médico y medicinas, y desde donde pueda hacerse una gran labor en contra de las enfermedades contagiosas. Debía mantenerse "con el producto que a su beneficio dejen los enfermos no pobres y con lo que su patronato o comisión recaude por medio de funciones de teatro, veladas literarias, fiestas de flor, tómbolas, donativos, rifas. La rifa de los iguales, ya establecida en esta y que solo se autoriza oficialmente para establecimientos benéficos, produce actualmente unas veinte pesetas diarias y llegará seguramente a duplicar su producto...¿No pudiera ser uno de los medios de vida de nuestro dispensario, ya que él desgravará al municipio en una gran parte de su beneficencia?
En el Pleno 12 de diciembre de 1930 se nombró a don Mario, por unanimidad, Hijo Adoptivo de la Villa de Archena y el Ayuntamiento dobló la aportación anual que venía realizando para el mantenimiento del Sanatorio, de 500 a 1.000 pesetas. En la misma sesión se decidió dar su nombre a la calle anteriormente llamada Del Esparto.
Don Mario era republicano y pertenecía al partido radical, además de ser un miembro destacado de la masonería. El último de los organismos masónicos fundado en la provincia de Murcia fue el triángulo Garibaldi número 12, constituido en Archena en marzo de 1933 e integrado por siete miembros fundadores a los que posteriormente se sumaron dos más. El presidente era don José Alcolea Lacal, quien fue nombrado concejal con don Mario en el primer ayuntamiento republicano, pero tuvo que renunciar al poco tiempo, cuando fue destinado, por su profesión de maestro nacional, a las Escuelas Graduadas de Cartagena. La dirección privada del triángulo, que debía carecer de templo, constaba a nombre de don Mario que había sido iniciado, al igual que el Sr. Alcolea Lacal en la logia "Miravete" de Murcia. Hay que señalar la gran importancia de la masonería en la España anterior a la guerra civil, especialmente en el campo de la política. En las Cortes de 1931, seis de los trece diputados murcianos eran masones, superando el 39% el número global de diputados masones en las Cortes Republicanas.
En las elecciones municipales de abril de 1931, que dieron paso a la República, fue el concejal más votado, pero sus compañeros electos no lo eligieron ni como alcalde ni como teniente de alcalde, probablemente por su independencia, quedando finalmente con el cargo municipal de Procurador Síndico. De su enorme integridad personal nos dan cuenta varias anécdotas: pese a su condición de concejal, la subvención que el ayuntamiento aportaba a su sanatorio quedó suspendida, y declinó ir a Madrid a interesarse por la construcción de los grupos escolares, porque su situación económica no se lo permitía y no quería realizar el viaje por cuenta del ayuntamiento. En agosto de 1931 quedó vacante el puesto de médico titular, siendo don Mario propuesto para el cargo. Agradeció pero declinó la propuesta, indicando que seguiría desarrollando su misión benéfica sin investidura oficial alguna. Eso sí, se permitió que las recetas expedidas por don Mario para los indigentes de la Beneficencia municipal fueran despachadas en las farmacias en idénticas condiciones de gratuidad que las expedidas por los médicos titulares.
Sí realizó visitas al Diputado en Cortes Sr. Del Toro y al Gobernador Civil. En el primer caso para que se reactivase el expediente sobre las escuelas municipales, ya que se carecía de unos locales adecuados y las clases se impartían en inmuebles arrendados. En el segundo caso don Mario terció en una investigación sobre la adjudicación de los antiguos bienes de propios municipales que llevó a cabo la Corporación republicana, haciéndose eco de un antiguo descontento ciudadano por la compra supuestamente irregular de los mismos. También buscó la mediación del gobernador acerca de la entidad Molinos del Segura con la que había distintas disputas sobre el suministro eléctrico y la opacidad en la liquidación del impuesto de sociedades.
La mayor preocupación de su etapa como regidor municipal era la cuestión sanitaria: vertidos ilegales, matadero de La Algaida, basureros incontrolados... Intentó, con regular éxito, conseguir que los vecinos sacaran las basuras de las casas durante la noche, para lo que se dictó un Bando que casi provoca un levantamiento popular. Spreáfico argumentaba que incluso por razones económicas no convenía guardar las basuras "por que deben pensar los que tal hacen que lo que sacan de provecho de tales estiércoles lo consumen con creces en medicamentos y médico". También mostró un gran interés en la ampliación y mejora de las escuelas municipales, convirtiéndose en muchas ocasiones en portavoz de las demandas de los maestros.
En uno de los primeros Plenos en los que participó reclamó que "mientras no se puedan realizar las costosas obras para dotar al pueblo de aguas potables, sólo se debe beber agua previamente hervida". En esa misma sesión (9/V/31) se suprimieron todas las subvenciones para entidades religiosas, incluida la escuela de niñas de las monjas, y el propio sanatorio Spreáfico; poco después el edifico de las escuelas de las Hermanas de la Consolación fue incautado, para instalar en él otras escuelas públicas, postura con la que don Mario se mostró claramente conforme. En el espinoso tema de excluir a la Guardia Civil de la Beneficencia municipal, don Mario abogaba porque los individuos y familias pertenecientes a la Benemérita no debían acogerse a la misma, y por tanto a la gratuidad de los servicios sanitarios, puesto que cobraban un salario digno. Sin embargo apoyaba plenamente la necesidad de mejorar las instalaciones de la Casa Cuartel, muy deterioradas e inadecuadas. Finalmente la Guardia Civil abandonó Archena, ante la desidia de sus instalaciones, y la exclusión de la Beneficencia, hecho que no se repitió en otros pueblos.
Un concejal tuvo la iniciativa de establecer un nuevo impuesto de cinco pesetas por cada bañista acomodado que venía a hacer uso de las aguas del balneario. Don Mario impugnó la propuesta por entender que perjudicaría los intereses del municipio ya que lo "que hay procurar es que aumente el número de concurrentes al Balneario que dan vida a la población...". En muchas ocasiones intentó atemperar los ánimos políticos. En noviembre de 1932 declaró, que aunque "le satisface la función fiscalizadora de las Juventudes Socialistas, en sus peticiones no deben envolver amenazas"; esto lo declaró a propósito del establecimiento de una caravana de gitanos en La Algaida a la que concedían un plazo de 24 horas para marcharse, o si no los echarían ellos "aunque sea a pedradas". Don Mario mantenía que "no debe hacérseles objeto de persecución a estas pobres gentes, que son ciudadanos como los demás, que acampen sólo el tiempo imprescindible para seguir sus rutas".
En 1934 cesó como concejal en Archena al pasar a formar parte, cono vocal, del Tribunal de Garantías para la Región Murcia-Albacete. Un año después seguimos teniendo noticias de don Mario a través de las Actas Capitulares y conocemos que fue nombrado delegado del gobierno en la Confederación Hidrográfica del Segura. Durante la contienda civil, don Mario fue nombrado cirujano del hospital militar que se estableció en Archena.
Acabada la guerra don Mario fue detenido, juzgado de una manera muy arbitraria y condenado a treinta años de prisión. Estuvo detenido en una de las tres cárceles de Mula, junto con otros archeneros, y también en Cieza, Murcia y Valencia. En todas estas prisiones siguió dando muestras de su generosidad, cuidando de los enfermos y repartiendo con sus compañeros la comida que le hacía llegar una rica familia de Mula.
Ya en libertad don Mario reanudó su actividad profesional con el mismo entusiasmo y dedicación de siempre, preocupándose de sus enfermos y apoyándoles económicamente. Son muchas las anécdotas que recuerdan los mayores de él y que ilustran su generosidad. Mencionemos algunas: el Ayuntamiento desarrolló un fuerte control sobre la asistencia a clase de los niños, que en demasiados casos quedaban muy escasamente escolarizados y cuando la ausencia no era justificada, se imponía a los padres la multa de una peseta (este celo proporcionó al Consistorio un premio de nivel nacional). Don Mario era requerido muchas veces por los padres para que certificara una enfermedad inexistente que evitara la multa. Él no accedía al pequeño fraude, pero siempre aportaba la peseta de la multa, pese a que su situación económica en los últimos tiempos no era precisamente desahogada.
Don Mario había quedado viudo de una parisina llamada Mª Antonia Chiffaut; tuvo un único hijo, llamado como él. Vivía con doña María, la señora que desde siempre se encargaba de su casa, que requería en ocasiones los servicios de una lavandera. Al ver que cada vez tenían menos sábanas doña María acabó acusando a la chica de quitarlas, terciando finalmente Don Mario para confesar que era él el que las usaba como vendas para los enfermos, después de hervirlas, al no poder comprar las que le hacían falta. Un último apunte personal sobre don Mario es que era, como su padre, muy aficionado a la caza y que se duchaba de madrugada, antes de ir a cazar, en pleno invierno con agua fría.